miércoles, 23 de abril de 2014

DÍA 3: "GUERREROS"



Para nuestra tercera clase juntos, nos llegaron las primeras visitas de otro instituto, de otro pueblo de Granada, interesados en ofrecer el yoga a su alumnado. Tuvimos una pequeña reunión con ellos antes de entrar en la clase explicando todas las maneras en las que este instituto ha trabajado a lo largo de los años para integrar mejor a los padres y madres de nuestros niños en el programa de compensación educativa que son, generalmente, de etnia gitana. El año pasado nos entrevistó una periodista reconocida en España, Elena García Quevedo, para la revista MIA y, justo este mes, salió publicado el trabajo.

Queríamos que ellos tuvieran la experiencia de tomar la clase con los niños y niñas, así, asistieron a la primera sesión de la mañana.

Pensaba dar una clase que he dado cientos de veces a niños de 5 años y a adultos, profesores en mi formación. Es una clase que me gusta ofrecer temprana en mi relación con los niños porque es muy rica en valores y en arquetipos y puedo tomar de la experiencia continuamente en los meses venideros.

Siempre es mayor el reto cuando vienen visitas adultas a la clase porque, de alguna manera, tienes que comunicarte en dos voces, una dirigida a los niños y otra, dirigida a los adultos. En esta clase también se “coló” un niño que no está en el proyecto de investigación. Quería saber lo que estamos haciendo y se metió. Yo no sabía que no pertenecía al grupo y le incluí como uno más, otro reto, un alumno que no sabe de lo que va todo esto.

Los niños siempre se portan de otra manera cuando vienen visitas, empujan o exploran un poco sus límites, dos niños sacaron una baraja de cartas y, cuando empezaban a jugar en sus esterillas, me llegó una idea instintivamente, como un flechazo, “voy a usar las cartas para desarrollar el tema de la clase.” De esta manera, no me veo obligada a regañarles: “guarda eso estamos en la clase de yoga ahora” y, aprovecho para crear enlaces, para conectar una lección del yoga a sus vidas diarias, a una actividad suya, las cartas. De esta manera intentamos siempre hacer asociaciones, asociar la práctica, la clase de yoga a las necesidades de la vida diaria del niño. Cosa que siento que la educación tradicional no hace.
El tema es este: hablamos de un guerrero (que viene a ser tú y yo… todos) que tiene retos grandes que superar, preocupaciones, le vienen cambios y se siente inseguro, ¿cómo las enfrento? ¿qué hago? Esta historia viene de la tradición nativa norteamericana y lo he adaptado a mis clases de yoga. Sentimos que las posturas con una intención emocional te puede reestructurar por dentro, literalmente. Nuestro estado emocional crea patrones físicos (miedo, tristeza, inseguridad = hombros echados para delante) y, según mi experiencia, he comprobado que, simplemente creando la postura inversa es una gran ayuda, estimula glándulas que te ayudan a cambiar la mente (cualquier postura que empuja los hombros hacía atrás). Pero si juntamos ambas cosas, la intención que queremos (“Yo puedo”) con la postura física, que abre el corazón y alinea perfectamente los hombros, (esa postura como el “Guerrero 1 o Virhabhadrsana 1”) se crea una sinergia y se experimentan unos cambios internos muchas veces radicales e inmediatos. Esto es parte del secreto de la transformación que se produce en los practicantes del yoga….

Seguimos con el cuento del día, en la tradición nativa norteamericana sienten que la naturaleza misma tiene dones y es sagrada, cada punto cardinal representa una cualidad. Se saluda a esos puntos cardinales en gratitud siempre y también ante cualquier reto en la vida y se pide que les proporcione las cualidades que cada punto representa.

Este: abrir a la gracia, creer en ti = las copas
Norte: la fuerza = los bastos
Oeste: sabiduría = las espadas
Sur: amor, humildad, pureza en tu corazón = el oro

Visitamos una por una cada dirección cardinal, enlazando el tema o los significados o definiciones más profundos de cada carta en la baraja con las posturas. El camino del guerrero se puede resumir así: hace falta estar abierto a los cambios en la vida, aceptándolos cuando te lleguen abiertamente (como la copa), los pies bien puestos sobre la tierra, respiras profundamente en cada momento, con aceptación, atentos…. Hace falta ser fuertes, por dentro y por fuera, energía muscular en tus posturas, todo el cuerpo trabaja al unísono. Hay que usar esa fuerza interna y externa con inteligencia, sabiamente, no impulsivamente. Hay que pensar y planificar para hacer las cosas bien, para salir triunfante, con éxito. ¿Y qué es bien? ¿Qué es el éxito? Siempre serás exitoso cuando las cosas las haces con humildad, para el bien de todos, puro de corazón, así eres como el oro.

Bueno los niños y los profesores visitante siguieron paso por paso el cuento y la práctica con absoluto interés. Se les ve en la cara en las fotografías. Me encantó tener un yogui presente, que además es hombre, porque sirvió de ejemplo para los jóvenes chavales en la clase. Se inspiraron mucho y trabajaron juntos.

Pero lo mejor que me llevo de esta clase fue lo que sucedió al final en savasana…. El niño que nunca había practicado el yoga conmigo estaba nervioso, se nota que es un niño que ha sufrido algún trauma, por su manera de ser, tan reactivo, alerta, con la actitud puesta en huir o pelear en cualquier momento… un gran guerrero al que le hace falta más contacto con las cualidades del este y del sur de esta práctica. Me fui directamente a su lado a la hora de la relajación ya que me imaginaba que le iba costar horrores. A niños con el estrés crónico les es casi imposible cerrar los ojos y desactivar su sistema simpático, el que se prepara automáticamente para la huida o la pelea. Coloqué una mano encima de su corazón, fijé mi mirada en la suya y, al mismo tiempo, comencé a invitar a los demás a que entrasen en la relajación, paso por paso.

La mirada del niño era una mezcla de emociones tan potentes: la sorpresa, la incertidumbre, la felicidad, la maravilla, la alegría… La gratitud… Seguramente nunca había sentido su cuerpo tan abierto, tan vulnerable, tan ligero y tan bien. Lo sé, porque recuerdo la primera vez que lo sentí yo. Me penetró con su mirada y su energía y quise llorar. Se me escapó una lágrima, una sola. Ya en mi coche volviendo a casa dejaría que corrieran las que quisieran salir. En la sala se respiraba paz, los niños TODOS entraron en la relajación con facilidad, paz y silencio total, quietos, entraron a por todas… Vi a los profesores visitantes levantar sus cabezas para mirar, ¡¿qué?! ¿no se mueven? ¿se están relajando?

Al final concluimos la práctica preguntando: para tu vida, ahora mismo ¿cual de las cualidades del guerrero necesitas más: el coraje o valor, la fuerza, la sabiduría o la humildad?




En la segunda sesión. Nos quedamos en el norte, el YO PUEDO. Me llegaron los niños un poco inquietos y no querían seguir el cuento. Cambié totalmente de rumbo con ellos y trabajamos más que nada nuestra respiración y cómo se alinean bien los homóplatos, los hombros para que realmente pueda sentir por dentro que YO PUEDO, YO CREO EN MI. Cantamos sonidos y la postura del guerrero uno tomó forma interna, es la postura para este grupo del YO PUEDO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario