jueves, 29 de mayo de 2014

DÍA 7: "CAPTAR EL MOMENTO"


Éste debería de ser el  principio que cada maestr@ debe de aprender a la hora de trabajar con niñ@s. Estar siempre abierto y presente para aprovechar  el momento, todo es una oportunidad de aprendizaje. Y no me refiero solamente en las clases,sino  en el día a día con los niñ@s y también debe estar reflejado en las diferentes programaciones anuales.
En este caso aproveché el momento que pasaban por Granada dos grandes yoguis internacionalmente conocidos, Juan Carlos Rosso de la escuela Iyengar (Venezolano) y Daniela Garza, yoga terapeuta (Méxicana). Ambos maestros son grandes “voladores” o  practicantes del Acro Yoga.
   
   
Les invité a conocer los niños en Iznalloz para enseñarles a volar, y estaban los dos encantados.
Para volar al estilo Acro Yoga, falta sobre todo  confianza, la confianza en uno mismo y en los compañeros que te van a apoyar en el aire. Es necesario técnica, saber como colocarte,  fuerza y concentración. Es una gran oportunidad para enfrentarte a tus miedos e inseguridades, trabajar en equipo y disfrutar plenamente de una sensación de equilibrio y libertad. Las fotos lo cuentan todo.




Una de las clases más bonitos que hemos compartido. Los niños preguntan por Dani y Juan Carlos todo el tiempo.
 En el círculo sagrado que formamos muchas veces después de las clases, la mayoría compartieron que lo que más les gustó de la experiencia es que realmente han aprendido que pueden confiar en sus amigos. Otros que estaban contentos con ellos  mismos por que habían superado un miedo.
Francisco, nuestro alumno con discapacidad intelectual: “¡Maestra, he volado, he volado!”
















    



 ¡Gracias Daniela y Juan Carlos!gracias por guiarnos y enseñarnos, por ser parte de esta experiencia. Ahora el Acro Yoga se ha convertido en una parte especial de  nuestra práctica. Fantástico ver como colaboran los niños en pareja y en grupos de 3 y 4 para hacer que todos vuelan.





viernes, 9 de mayo de 2014

DÍA 6: "LA TIERRA"


Hoy vino un padre a tomar la clase con nosotros.  Es el primer padre que asiste este año, joven, tendría unos 28 años, 30 a lo máximo, es el primo, creo recordar, de Jairo, o su tío. Los niños estaban comodísimos con la visita, feliz de tener un familiar compartiendo con ellos en la escuela. Invitar a los padres es una iniciativa creada por la dirección para promover la relación de las familias de etnia gitana con el centro. Y funciona. Trabajé en una escuela en EEUU que su  logo era: “Padres, socios en nuestro aprendizaje” (Parents As Partners in Learning). Creo que es fundamental la relación familia escuela y nada me hace más feliz que tener padres y madres acompañándonos.

El tema a trabajar ese día está relacionado con nuestras raíces, hoy hablamos de nuestra relación con la naturaleza, con la tierra. Fomentar una buena relación con nuestra madre tierra es básico. Aprendemos acerca de nuestra propia naturaleza observando y sintiendo, formando parte de las estaciones del año y de los elementos.  Sentir que formamos parte íntegra de este planeta, de  reconocer y disfrutar la maravilla, inspira la apreciación y el respeto.  En esta práctica de yoga, alineamos con la naturaleza, con  nuestra propia naturaleza y la de la que formamos parte para optimizar, para inspirar nuestra potencia máxima. Traigo hoy a la clase unas piedras para tocar, sentir y tener cerca durante nuestra práctica, un cuarzo de rosa, lava, otros minerales y algún fósil.  Los dejo en el centro de la sala y los niños empiezan a cogerlas todos a la vez. Estaban fascinados. Nunca habían visto este tipo de piedra…. Crea un ambiente misterioso, curioso… una sensación de que sí formamos parte de un lugar realmente mágico.
Creo que el más fascinado con la colección de minerales era el padre, cogía su piedra en mano como un niño explorador, mirándola fijamente, sintiéndola con cada dedo, mirándome con cara perpleja, mezclada con alegría inocente.

Hicimos una práctica sencilla, repasando las posturas básicas, de pie, equilibrio, torsiones, abrimos pecho, caderas, estiramos desde nuestra conexión con la tierra.  La relajación hoy fue una  visualización guiada. Un viaje interior hacía un lugar en la naturaleza donde ellos sentían paz y tranquilidad, libertad y bienestar. Para entrar en la visualización les dije que cogieran la piedra que más les gustaba y que la colocara en alguna parte de su cuerpo para sentirla durante su visualización.


Luego compartimos donde estuvimos. Por ser el primer día compartiendo nuestro mundo interior, las pinceladas que demostraban eran sencillas. “He estado en una playa” “en el monte”, “en la playa”, etc. Estas descripciones mejoran mucho con la práctica, se convierten en escenas monumentales con el tiempo. Lo que más me marcó la memoria,  es la mirada del padre al salir de su estado y al escuchar a los demás. Una mirada de asombro y maravilla,  se convertía nuevamente en adolescente, su cuerpo, su rostro, su expresión… le costó horrores dejar su piedra en el centro para que lo conociera el  siguiente grupo.  Les costó a todos dejar su piedra en el centro de la clase. Sentía nostalgia. 





SEGUNDA SESIÓN
En el pasillo vi algunos de los niños de la segunda sesión, se acercaron súper entusiasmados “maestra podemos ir al parque hoy, está aquí al lado, nos llevó esta mañana la maestra Belén”.  Me parecía una idea estupenda ya que aparte de trabajar la tierra hoy, la sala de música donde practicamos es un semisótano y en un día que parece de primavera ahí abajo hace incluso frío (esta una de las razones por las cuales los niños no quieren quitarse los zapatos en clase. De momento les dejo por el frío).

Nos acompañó Víctor, el psicólogo de la escuela, todo corazón, sentido común, sensibilidad e inteligencia. Me traje hoy un tambor, no estaba segura de cuando ni como lo iba sacar pero nada  más ver a José Adrián, sabía que lo tenía que llevar él. Este es nuestro niño artista, artista, artista. El tambor, como en otra ocasión el cuenco tibetano, a él le iba ayudar a nivel vibracional interno, para desbloquear, para mover energía no deseada, energía relacionado con su estado emocional. Se aferró al tambor, se apoderó de él, no quiso prestarlo a nadie, yo le miraba a los ojos y le contaba simplemente que no parara de tocarlo, de sentirlo, de seguir su intuición, de disfrutarlo, le dije que era un tambor especial, muy sagrado para mi, que me lo cuidara y me lo cuidó, y nos cuidó a todos ya que tocó constantemente por más de media hora mientras practicábamos.

Después de un saludo a la sierra Arana enfrente y al sol encima, con la libertad y alegría que se respiraba, entramos casi automáticamente en posturas de yoga en pareja. La primera vez que trabajamos estas posturas de  dos en dos con este grupo, precioso.  Una de las fotos que más me gusta es la de uno de los alumnos con Anfrisia, otra acompañante de nuestro proyecto, una trabajadora social. Ver maestros y niños compartiendo risas y sonrisas de alma, me da la vida. ¡Qué afortunados somos!

En vez de relajarnos tumbados nos sentamos en las sillas que rodean el escenario enfrente de la sierra.  Entramos en silencio. Un silencio acompañado del canto de pájaros. Un silencio que nos conectó con los antepasados de este lugar, que nos conectó con la conocida Cueva del Agua enfrente y el agua subterránea abajo .Una práctica de agradecimiento, de paz y libertad, gracias a la Madre Tierra. 

DÍA 5

Por la mañana me contaron que teníamos otra visita, dos profesores de otro instituto. Había programado otra clase básica, repasando lo que habíamos confirmado la semana anterior sobre lo que en el yoga se trabaja, la integración de cuerpo,  mente y espíritu.

Los niños del primer grupo tenían la visita y estaban empeñados en hacerles ver cuan “cool” eran. Me costó mantenerme conectada a ellos y su energía al 100%, querían moverme por aquí y por allá, así que la clase era bastante movida y bastante ruidosa, a pesar de lo cual, logramos  nuestra meta al 100%. Conseguimos demostrar a estos señores que el yoga nos enseña acerca de nosotros mismos, nos ayuda a ver como somos por dentro y por fuera, nos une como grupo, nos hace que aprendamos a trabajar aquí en equipo, ayudándonos los unos a los otros sin competir, el yoga es divertido y es relajante.

Para el segundo grupo tuvimos otra visita, un alumno del año pasado, primo de uno de los que están en la clase, vino a practicar con nosotros. Fue TAN positivo como modelo y ayudante con este grupo, donde sí tengo un alumno con TDH y algunos otros con dificultades emocionales fuertes, que queremos repetir la experiencia. Este alumno compartió con todos lo que le había dado el yoga, como le ayudó el año pasado cuando había tenido un accidente de coche, como le ayudó a su padre porque él le podía enseñar algunos movimientos que alineaban y aliviaban sus dolores. También recordó que le había regalado una mezcla en un rollon de aceites esenciales que regeneran el tejido dañado, potentes anti inflamatorios. Con este alumno tengo una buena conexión, había conocido a sus padres en el mercado donde trabajan en un puesto y me alegró compartir nuevamente con él. La práctica fue dura físicamente y les encantó. Pensamos que quizá sería una buena idea invitar a uno de los alumnos del año pasado a cada sesión… servirían de ayudantes, de modelos….

Vamos a probar. Trabajamos mucho la autoestima en esta clase haciendo hincapié en el alineamiento de los hombros.